martes, 22 de octubre de 2024

Ifis, hija de Ligdo

Energía. Impaciencia por desplegar tus alas mientras algo de miedo se viste de sonrisa. Una inteligencia voraz con la que eres capaz de contagiarte de todos los amares de este mundo: la satisfacción serena del anciano que contempla a su família sin decir nada, la euforia del náufrago que encuentra tierra firme e, incluso, el miedo inconfesable del escritor que sabe que, al escribir, también apuñala suavemente su alma. Nunca fue fácil mirar hacia dentro, ¿verdad? 

Creo que necesitas esas cicatrices para hacerte más fuerte tanto como yo necesito saborear tus heridas para recordar que soy fuerte. Gracias por darle otra puntada de hilo a mis alas, gracias por recordarme que los pájaros pueden nacer del fuego y gracias por enseñarme que las lenguas son adicciones inevitables. Energía, explosión, curiosidad, dudas, alegría, tristeza, futuro y un poco más de alegría, siempre. 

Sin almas como la tuya no creo que pudieran existir los escritores.

Este es mi regalo. Para ti, que lo sabes. Y para mí, que poco a poco, lo sabré.



domingo, 10 de marzo de 2024

Fuegos artificiales

 La explosión es algo extremadamente valioso. Debería ser tratada con respeto, incluso como una gran suerte. No cualquiera es capaz de explotar. Hay a quien la mecha le consume una vez, y otra, y otra… Permítete sentir tu fuego, permítete detonar, observar la destrucción para así poder reconstruirte una vez más. A tu manera. Y otra, y otra… La gente quedará encadilada observando los fuegos artificiales. Tú. Tú. Menudo estruendo, ¿no? Que comience la belleza.

domingo, 30 de octubre de 2022

El bosque de detrás de casa

No hace falta que me lleves al Gran Cañón para ver los miradores del South Rim. No me lleves a hacer kayak por el adriático ni me sientes frente a la aurora boreal, si no quieres. No necesito ver lo que ve el Cristo Redentor ni hacerme la foto sujetando la Torre de Pisa. 

A mí, dame costumbrismo barato. Del de desconectar la luz antes de tocar la bombilla, del que te quedas sin agua y yo te doy de la mía. Cógeme de la mano cuándo vayamos a hacer la compra al supermercado de la esquina. Acómpañame a por esos auriculares que sabes que no voy a cuidar demasiado bien. A mí, ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me gusta, traéme esa cena que sabes que me encanta y llévame de excursión al bosque de detrás de casa. Puedes acompañarme al funeral de las expectativas irreales, pero déjame de vez en cuando tocar los pájaros de fuego, si eso es lo que quiero. Al fin y al cabo, los dos ya sabíamos que nos podíamos quemar. Ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me ha gustado. Ese que en el fondo sabes que me pondré casi todos los días, si lo encuentras. A mí, dame una mundanidad que me haga sangrar. Acómpañame a la raíz de esos problemas que por las noches aún nos visitan. Pero sin huir. Sin esconder, sin hacer ver que, sin dar por hecho que. A mí, dame costumbrismo barato, realidad de la que te deja sordo. Podemos dar la vuelta al mundo, siempre y cuándo no miremos demasiado a dónde vamos.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Continuar

 No dejo de ver lo difícil que es, al menos para mí, aceptar los cambios. Sacudir un pilar fundamental puede hacer tambalear la estructura entera, modificando elementos que ya jamás volverán a ser como eran antes. Los cambios son complicados, sí, pero la dificultad es muy distinta cuando estos son fruto de una decisión propia. Cuando los cambios son accidentales al menos no existe duda sobre lo que sigue después: aceptación, resiliencia y continuar. Solo continuar y siempre continuar. Las decisiones, en cambio, pueden llegar a ser como un fantasma que nos acecha y nos susurra al oído, impidiéndonos escuchar con claridad el momento presente. 

¿He hecho bien?


La verdad, en este caso, no es ningún antídoto. Nos acercamos más al aceptar que jamás podremos encontrar respuestas definitivas, por más que pensemos. Veneno y antídoto en dosis iguales, así es posible mantener la cordura durante mucho tiempo. Sin embargo, permanecer en esta infinita tensión no es una opción. No para mí. Hay mundos que esperan ser creados y habitantes de estos que, al igual que los fantasmas, también te susurran cosas al oído. Continuar. Solo continuar y siempre continuar.


martes, 13 de abril de 2021

El hombre partido por la mitad (2da parte)

 

El hombre partido por la mitad acepta el afecto como las monedas que le lanzan a su sombrero. Ama de la misma forma que los músicos callejeros, que los pícaros magos de alubias de lata y que los hombres estatua que soportan la indiferencia de la tarde bajo su caluroso disfraz. Adora unos ojos que han devastado el cielo y acaricia las mismas manos que derriban los castillos de aire. Besa a la serpiente pensando que el veneno no es tan grave y toca el fuego creyendo que no está tan caliente. 

No importa si le advirtieron, pues con toda seguridad tan solo escuchó la mitad que más le convenía. El hombre partido por la mitad sueña despierto; el único problema es que se está olvidando de cómo dormir. El hombre partido por la mitad es feliz. ¿Cómo puede no serlo, necesitando únicamente una felicidad a medias?




Primera parte: https://xescoli.blogspot.com/2016/07/el-hombre-partido-por-la-mitad.html

domingo, 11 de abril de 2021

La tragedia del escritor

Una de las tragedias del escritor es que las miradas no pueden escribirse. Algunas generan montañas de libros invisibles, de esos que jamás me cansaría de releer. Las manos son plumas y los cuerpos son historias; tú eres el presente atronador. Tu quietud sabe transgredir esos esperanzados movimientos que son mera batalla de nostalgia. 

Aún así, me miras. Me miras y me sabes. Y sé que me sabes. Me lees más de lo que nunca pueda llegar a escribir. Eres elixir, energía y ese "volver a empezar" que escribo con la mano temblorosa. Eres el reloj aparentemente estropeado, la luz en el momento que más te guste del día y el punto de libro que comparte mil vidas conmigo. Hay momentos en que los ojos son suficientes para pelear, pero no bastan para despertar. Una de las tragedias del escritor es no poder escribir historias que duren para siempre.

sábado, 4 de abril de 2020

Lágrimas de mariposa


Al chico de la ventana le gusta ver tus lágrimas. Tal vez parezca extraño; de acuerdo, es extraño. Pero la humedad de tus ojos prende la llama, reinicia la vida y sabe a mar. Y todo esto en una lágrima. ¿Alguien se acuerda? Llora. Llora sin avergonzarte. Llora hasta que todos estos mares de quimera desemboquen en pequeños ríos. El chico de la ventana se bañará en ellos mientras ríe tus delirios.


Nada escuece más que el que no te dejen llorar. 

Sé fuerte, y por eso llora hasta que se deshaga el suelo. Aprovecharemos para cambiarlo por uno nuevo. Tal vez se lo podamos pedir al chico de la ventana, ansioso por crear. Tal vez podamos pisarlo fuerte, muy fuerte, hasta que dejemos constancia de lo mucho que hemos llorado y lo mucho que hemos estado aquí. Sin que nadie nos coarte esas lágrimas de mariposa.  Me dijo el chico de la ventana que, tal vez, de ellas nazca de nuevo la primavera.

domingo, 25 de agosto de 2019

Mueve


He oído decir alguna vez que la vida es como una partida de ajedrez, en la que tus decisiones te llevarán por uno u otro camino en función de si han sido buenas o malas. Permitidme la divagación metafórica, pero más bien creo que es como si fueran muchas partidas juntas. Una especie de simultánea, en la que un jugador tiene muchas partidas por atender y ello dificulta en gran medida focalizarlas individualmente. A menudo, ganar unas partidas casi implica perder otras (a menos que seas un genio del ajedrez). Y muchas veces debes decidir cuáles te parecen más importantes, o, más difícil aún, si centrar tus energías en ganar las partidas en las que tienes ventaja o dedicarlas a salvar aquellas en las que tienes desventaja.

Lo único que tengo claro, y que he aprendido en todos mis años jugando al ajedrez, es que tienes que realizar un movimiento. Si no lo haces, se te agota el tiempo y pierdes. No importa que el movimiento sea mejor o peor; siempre será mucho mejor que no realizar ningún movimiento (pues de no hacerlo la probabilidad de perder es máxima). En la vida pasa algo parecido, y me perdonaréis la enorme divagación. Constantemente tienes que tomar decisiones. El no hacerlo puede conducir a una de las cosas que, personalmente, más miedo me da en la vida: darme cuenta, algún día, de que he perdido por tiempo. De que mi tiempo ha llegado a cero y ya no estoy a tiempo de salvar la posición, por muy buenas jugadas que se me ocurran en ese momento.

Ya he perdido partidas. Y he ganado otras. Y muchísimas otras, las estoy jugando todavía. Puede que incluso, sin yo saberlo aún, pueda salvar algunas partidas que estoy dando erróneamente por perdidas. Constantemente me preguntaré cómo sería mi vida si en tal o cual momento me hubiese atrevido a realizar una jugada. Si me hubiese atrevido a mover, aún arriesgándome a cometer un error. Pues estoy convencido de que en muchas facetas de la vida es preferible cometer un grave error (yo qué sé, perdiendo una torre o un caballo tal vez) que ver como tu tiempo se agota y pierdes sin siquiera tener la oportunidad de arriesgarte.

Algunas partidas acaban. A veces, te dan la revancha. Otras, quizá no. Otras partidas aún están por comenzar. Hagas lo que hagas, no olvides que el reloj está en marcha. Y es tu turno. Mueve.

martes, 4 de diciembre de 2018

Piloto automático


Tanta ropa en el armario, ¿para qué? Los vaqueros y esta camisa bastarán. Con ello ya estaba listo para disimular otro día más. La calle estaba siempre tan vacía para él... Casi podia ver el fantasma de sus propias huellas. 
“¡Soy tan feliz!”.
El gato no se movia nunca del camino, pero cuando él se acercó decidió de repente ser un producto de su imaginación. ¿Dónde està el mundo? Qué bien, otro día más en el trabajo. “Me gusta mi trabajo. ¿Me gusta mi vida? Supongo que sí “. Las horas pasan como un pestañeo, el tiempo no existe para el que no lo necesita. De repente todo es negro, todo ha desaparecido, el mundo es una burla cruel. Desde la cama el miedo no parece para tanto. Zombis con su rostro le tiran de los pies, tiran hacia abajo, no tiene fuerza suficiente, va a caer... El despertar es aburrido. El mundo sigue mirando como diciendo “¿y ahora qué?”. Puñetazos, patadas, gritos al aire, al mundo. Al vacío. Vivir con el piloto automático provoca sobrecalentamientos en el sistema nervioso. ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que todo se rompa otra vez?

jueves, 21 de junio de 2018

Nervios

Ten cuidado con quien no necesita dientes para morder. Quien te habla incluso cuando no está, y te dice cosas que nunca te atreverías a reconocer que has escuchado. Ten cuidado con quien tiene tanto poder en la imaginación, que podría destruirte tan solo cruzándose contigo. Sí, desde luego, esto nunca ha sucedido, el mundo seguirá girando y aquí nada habrá pasado, nunca, excepto cuando me quede solo en casa y me aprieten las paredes. Es insultante lo insustancial de la conversación, lo anecdótico y banal, como si me vienes disfrazado a la tienda de disfraces y por ello esperas no llamar la atención. Ten cuidado con quien te araña sin uñas, porque esos arañazos escuecen más. Ten cuidado con quien te separa de Cordura en momentos que nadie va a ver. Ten cuidado con quien no te ve, pero te sabe. Porque será imposible guardar secretos. Y sí, desde luego, esto nunca ha sucedido, el mundo seguirá girando y aquí nada habrá pasado, nunca, excepto cuando me quede solo en casa y me aprieten las paredes.

¿Tomamos un café?

lunes, 23 de abril de 2018

Mundos de grafito

De entre todos los mundos interesantes en los que podría haber aterrizado, y aquí sólo hay un cuaderno y un lápiz. Estoy sentado en una especie de escritorio, muy similar al que tengo en mi habitación. A mi alrededor, nada. Está bien, es de noche y tengo los ojos cerrados, pero no me parece que eso justifique un escenario tan soso. Me he acostado pensando en chicas guapas, paisajes espectaculares y coches a gran velocidad. ¿Y qué me encuentro? Un cuaderno que me observa, que me inquiere. Siento su expectación, su mirada recién nacida que llora al empezar a sospechar un mundo inabarcable. ¿Cómo es esto posible? Supongo que al fin y al cabo en este mundo existen ciertas leyes propias. ¡No iba a ser todo igual! Mi mente bulle, ya no es la misma que se fue a dormir pronto para disfrutar de un falso despertar. Las palabras fluyen por mis venas a una velocidad casi incómoda, no hay duda, quieren salir. ¿Acaso tengo alternativa? Mi mano derecha agarra el lápiz, como el caballero cogería la espada al darse cuenta de que no hay otra salida más que la lucha. Paradójicamente, cierro los ojos de nuevo. Y escribo. ¿El qué? No es tan fácil ser dueño de lo que uno escribe. Sólo escribo. Sin pensar, sin planear, sin poder parar. Y en el mundo vacío de mi alrededor aparecen colores, mujeres tan hermosas que harían perder el conocimiento, lugares que sólo parecerían posibles en un sueño y coches casi tan veloces como la mente del escritor en plena explosión. Creo que ya empiezo a entenderlo, soñando viajas a los lugares que escribes y escribiendo viajas a los lugares que sueñas. Tal vez no esté tan mal este lugar. Es una lástima no poder quedarme mucho tiempo, pues cuando mi escritor despierte yo seguiré viajando como un personaje más de sus novelas.

lunes, 12 de febrero de 2018

Torpedo

El torpedo tiene una fuerza explosiva capaz de detonar un edificio entero. Hoy, por esa onda expansiva que llevo ya tantos años notando  bajo mis pies. Que posee una constante e invariable fuerza sísmica capaz de mover los cimientos de la vida más lineal, de hacer caer para luego ayudar a levantarse con su propia inercia. Hay personas que son explosión y ausencias que son onda expansiva de la misma. Que resisten tus explosiones, esos desequilibrios tuyos que ya vienen prefabricados, esos ruidos ensordecedores de tu mente que sólo esas personas logran traducir.

Hoy, por ti.

Por inventar una risa impensable en momentos que sólo cabe la lágrima. Por regalarme tiempo, por regalarme esas cosas que uno sólo comparte consigo mismo mientras se plantea su grado de cordura. Por hacer de dos hogares uno sólo, por hacer de la distancia algo indiferente y por hacer que la compañía, en cualquier caso, sea diferente. Por dar la vuelta al mundo conmigo tan sólo caminando a la vuelta de la esquina, por crear fantasía allá donde uno quiera crearla y por ver lo que quieres ver. Por enseñarme cosas que ya creía saber y hacerme desaprender. Porque tu mano está lista para ayudarme si no logro cerrar las puertas por las que entra demasiado viento, esas en las que dice "cierre al salir". Porque creas vida donde ya la había, haciéndola más interesante si cabe. 
Por esa honestidad que tanto odio excepto en lo más profundo de mí. Por las reservas, por todo lo que no me cuentas pero no me cuesta adivinar. Por adivinarme y decirme lo que me pasa cuando todavía no lo sé. Porque quiero ser la mejor versión posible de mí mismo, entre otras cosas, para estar a la altura de personas como tú. El torpedo tiene una fuerza explosiva capaz de detonar un edificio entero. 

Para A.B. 

jueves, 1 de febrero de 2018

Cuatro manos

¿Cómo evito que me convenzas de que la tierra es un triángulo, el cielo es de agua y el mar de infinito? ¿Cómo darme cuenta de que dos y dos son cuatro si tú me dices otra cosa? ¿Cómo hacerlo cuando tu mirada me convence y tu dedo en mis labios me dice que no diga nada, que no hable sobre la realidad y que la deje siendo un gran secreto? ¿Cómo no te voy a creer cuando me dices que somos inmortales, que podemos volar más allá de lo conocido y que somos capaces de crear cualquier cosa que se nos antoje?


Y es que me gusta cuando tu cuerpo me convence de que tenemos cuatro manos, cuando tus ojos me hacen dudar sobre si el tiempo es inmóvil, cuando tu calor me hace olvidar dónde estoy. Me gusta cuando tus sábanas son nuestro escondite y tu casa un palacio invisible.




¿Cómo evito que me convenzas de un mundo que dicen que no existe, si en él haces que me sienta tan feliz?

viernes, 26 de enero de 2018

Lecturas anónimas

A veces conozco a personas que inspiran personajes. Unas veces, esa risa en grupo que por separado se acobardaría o esa pequeña y sutil humedad en el párpado de quien está bien, no le pasa nada e incluso ha tenido un día de lo más normal. Otras, el panadero que me da los buenos días pese a que no le compro nada desde hace semanas o esa persona que sencillamente cobra por sonreír. O los desconocidos. No importa si es en el transporte público, en la sala de espera o en lo alto de una montaña. Los desconocidos son un tesoro para la imaginación, páginas en blanco en las que se puede garabatear e inventar lo que uno quiera, pues jamás van a quejarse. Tú serás el tipo serio y misterioso, cuyos silencios dicen mucho más que sus palabras. Tú serás el loco asesino, encantador y siempre sonriente, desde luego. Tú serás esa chica que en realidad ha venido de Júpiter disfrazada de humana para planear la invasión. Y tú, tú que me estás mirando sin motivo alguno, serás el punto de partida de toda esta locura.

Las miradas cuentan historias, cuando se quieren escuchar.

Pero, ¿qué sucede contigo? ¿Por qué no logro escribir a un sólo personaje que se adecúe a tu forma de mirar? Tal vez sea una gran vanidad querer crear lo que ya existe. Tal vez estás buscando en mí lo mismo que yo en ti, creando esta paradoja ficcional, sin saber quién de los dos es más loco. ¿Será el mundo real tan bueno como el imaginado? A veces conozco a personas que inspiran personajes. Que componen historias. Y otras veces conozco a personas que me escriben a mí.

Hay miradas que merecen ser leídas de principio a fin.

miércoles, 17 de enero de 2018

Velocidad

Con el billete aún sobresaliendo del bolsillo trasero de su pantalón, Xescoli fue a sentarse al lugar más cercano con vistas al exterior. Todo listo como un concierto a punto de empezar, se acomodó y se despidió de la realidad por unas horas.
Y aquella vez, como siempre, ocurrió. El mundo empezó a moverse en sentido contrario a las agujas del reloj, difuminándose, antojándose sus formas más imperceptibles a cada metro. Un espectáculo que le hipnotizaba.


-Lo llaman velocidad- explicó alguien, con naturalidad.

Claro, ya entiendo, también debe de ser velocidad lo que le sucede al mundo cuando reímos y somos más felices, pensó Xescoli. Los demás pasajeros del tren pudieron haberse preguntado quién era aquel sonriente individuo que tan sólo miraba por la ventanilla y escribía. Una vez finalizado el intercambio de mundos, Xescoli guardó el cuaderno y bajó. Allí estaba, ambos habían estado esperándose. El resto del mundo dejó de ser importante y pudo distinguirla con claridad: era Velocidad.

sábado, 13 de enero de 2018

Con permiso de la pólvora

Con permiso de la pólvora, no existe en el mundo nada más explosivo que la mente humana. Energía contenida en una larga mecha esperando a ser prendida por algo, por alguien, por el ahora. Tremenda luz cegadora para casi todos, ¿dónde habré dejado mis gafas de sol? La  explosión no se atenúa, no desaparece, no se puede esconder por demasiado tiempo.  O me niego a que sea así. Allá revienten los prejuicios, allá exploten los miedos, allá vuelen en mil pedazos los mañana. Que, hoy, tan sólo me sentaré y disfrutaré como si de fuegos artificiales se tratase. Pasadme las gafas de sol y quedaos en vuestras casas, no vaya a ser que os alcance la onda expansiva. Energía puesta en libertad, explosiones alcanzando su plenitud de belleza. Con permiso de la pólvora, no existe ni existirá en el mundo nada más explosivo que la mente humana.

sábado, 14 de octubre de 2017

La suerte

Se metió en su habitación tras volver del trabajo. Se aseguró de que no había nadie cerca; sólo él y él. Se desnudó completamente y al suelo cayó la ropa, los gestos, los buenos días, los chistes con los que pretendía agradar a los demás. En los cajones guardó todo su dinero, su casa, sus pertenencias. En los bolsillos del abrigo estaban todas las parejas que había tenido, sus amigos, compañeros de trabajo y todos aquellos destinatarios del “buenos días”.

-Hola de nuevo, viejo amigo.

No recibió respuesta del espejo, pero obtuvo todo lo que necesitaba. Al día siguiente, saludó y deseó suerte a un perfecto desconocido, quien le miró perplejo mientras se alejaba por la calle preguntándose con quién le habría confundido aquel extraño personaje. 


lunes, 13 de febrero de 2017

El botón rojo

La chica del asiento observó con extrañeza como Xescoli usaba el dedo índice para escribir en whatssap. Así fue como él mismo se percató de esta conducta. Xescoli nunca aprendió a hacerlo con los pulgares y sabe que debe parecer uno de esos abuelos que están sufriendo el anacronismo tecnológico. Pero, a fuerza de buscárselo, le encontró un sentido. Las cosas importantes se llevan a cabo con el dedo índice, como quien aprieta el botón rojo de vete a saber qué, pero muy importante (y peligroso) al fin y al cabo. Y es que cada palabra escrita por Xescoli puede explotar en cualquier momento. Él no escribe, él pulsa la combinación de botones exacta. La chica del asiento nunca supo de dónde sacó su número aquel extraño, ni cómo escribiéndole whatssaps en algún idioma inventado ya logró que acabara siendo su esposa. 

lunes, 2 de enero de 2017

Mundos inventados

Una vez inventé el mundo. Me dijeron, qué dices, qué cosas tienes, el mundo ya está inventado. Yo les dije que no me habían entendido, que tenían que venir a visitar el mundo que había creado para comprenderme. Incluso podrían inventar mundos ellos también. 

Qué cosas tienes, no somos como tú, no somos raros, no estamos locos.

Menos mal que soy raro y estoy loco, pues de otra manera no hubiese podido inventar mi mundo y escribir estas líneas desde él.






Un amigo será el que haga más grande tu mundo a la vez que te deja visitar el suyo.

sábado, 17 de diciembre de 2016

La voz de la tormenta

Casi se me cae el tiempo de las manos al escuchar la voz, embrujada de nostalgia. Con ella escribiste días enteros en esa página de la esquina doblada, la de la mancha de café. Escuchando perdí la noción del rato, la orientación del garbeo, y se me olvidó mi personalidad, mis gestos, ajá, también mi falso asentir.  De  hecho perdí hasta el recuerdo de lo que me contaste.  Espero que no te enfadases demasiado al descubrir que jamás te escuché ni una palabra, que en realidad no me importaba de dónde soplase el viento si le acompañaba tu voz. Y por alguna razón siempre venía directo a la cara, y me despeinaba, y por poco no me hacía salir volando. Aunque esto último hubiera sido difícil, ya que si alguna cualidad poseo es la paciencia de las estatuas.

- No, no me iré hasta que termines de hablar.
- (Palabras ininteligibles para mí)
- (Palabras ininteligibles para ti))
Miradas perfectamente entendidas por ambos.

Me tranquiliza tu voz, incluso cuando de ella emanan tempestades. 

martes, 20 de septiembre de 2016

Me voy al trabajo

¿Diga? Sí, soy yo, sí. El trabajo. Sí, en efecto, ese lugar al que muchos tipos de cara triste dicen ir. ¿Y quién es usted? Oh, vaya. Y yo quejándome…  En fin, así son las cosas. Yo tampoco tengo demasiado claro lo que soy, más bien soy un concepto, sólo sé que me pintan negativo y… ¿cómo? ah, sí, sí, yo también lo pienso. Y menos mal que has llamado, supongo que solo puedo hablar contigo. Los tipos tristes que veo a diario salen de casa diciendo “me voy al trabajo (ya hace tiempo que entendí que se refieren a mi), sí, sí, hasta luego cariño”. Pero luego no hablan, no se expresan, son como autómatas que hacen lo que se les ha mandado para “lograr” lo que ellos llaman “llegar a fin de mes”. Como si alguien pensase alguna vez en cómo va a llegar a “final de vida”. ¿Cómo dices? Sí, claro, claro. Los que hablan de mí no. Está claro, la gente que va a hacer aquello que le gusta siempre nombra su actividad, jamás oí a un escritor decir que va a trabajar justo antes de empezar su novela. De la misma forma en que el futbolista va a jugar y no a trabajar. Sí, claro, vaya trabajo aguantarles a diario. Vale, te avisaré. De acuerdo. ¿En serio? Vaya, bueno oye que te voy dejando ya, que luego hay que trabajar mucho para pagar tanta factura telefónica. 

sábado, 2 de julio de 2016

El hombre partido por la mitad

Érase un hombre partido por la mitad. Hay cierta lógica e incluso normalidad en sus actos si,  claro está, obviamos que este hombre está partido por la mitad. Va a trabajar con su media sonrisa y vuelve con un sueldo que le dura medio mes. Tiene media casa compartida con otros hombres que, si los sumamos todos darían cuatro o cuatro y medio, tal vez.  Su novia le engaña pero eso no le importa al hombre partido por la mitad: comprende que el mundo está lleno de hombres enteros y que él sólo puede dar amor a medias, sexo a medias y que de hecho ni siquiera puede mirarla por completo (lo hace con un solo ojo, a veces). El hombre partido por la mitad es feliz. El hombre partido por la mitad es conformista. De hecho, fue él mismo quien un día se cortó su mitad, al darse cuenta de que no la usaba.  Mientras va por la calle saluda hipócritamente a un tercio de hombre y se contenta sabiendo que hay gente aún peor. 

martes, 10 de mayo de 2016

Sobre el paso muerto de los días


-No quiero que llegue mañana, por eso he decidido no dormir esta noche. 

Se vistió y salió a hacer todas esas cosas que durante el día no se atrevía.  Despertó a la chica que tanto le gustaba, se peleó con quien tenía ganas de pelear, hizo los amigos que siempre había deseado tener y se divirtió como hacía casi una vida entera que no se divertía. Al empezar a salir el sol decidió que no podía hacer nada frente a la inexorable llegada del mañana, con lo cual volvió a su casa y se fue a dormir. Unos cinco minutos después despertó con las energías renovadas y con esa punzante melancolía que a veces nos da los buenos días, la melancolía de saber que todo ha sido un sueño. Para paliarla, decidió que ya había hecho tantas cosas que podía dedicarse a dormir el resto del día, sin remordimiento. Y ya que estaba, por qué no, durmió el resto de la semana. Y del mes. Y se convirtió en unas de las personas más exitosas del mundo onírico sin salir de su cama. 

lunes, 11 de abril de 2016

Soñar que se tiene una pesadilla

En el mundo de la ventana todo acontecía con la máxima normalidad. El honorable señor Rodríguez compraba el pan, ah sí, uno con diez por favor, y en eso que le da dos y la señora panadera no tiene cambio. ¿Pero qué clase de panadera no dispone de ese cambio? El joven ayudaba a la anciana a cruzar la calle, muchas gracias joven aunque yo sola ya podría apañarme, mi nieto era igual que tú… El señor Rodríguez sondeaba las alternativas, los bollos algo más caros, el apetitoso roscón. Pero la despiadada matemática le jugaba en contra casi tanto como la panadera sin cambio. ¿Pues no que el joven chaval era casi más lento que la anciana? Tú lo que quieres es que te de alguna propina, no me engañes, que los jóvenes de hoy en día ya no ayudan a la gente mayor, solo mi nieto lo hacía y ya ves cómo acabó… El señor Rodríguez propuso llevarse una segunda barra de pan pero la panadera se negó a fiarle ese 10% faltante. El joven chaval quedó tan distraído con la verborrea de la vieja que no vio el camión que se le aproximaba y le arrolló con violencia, muchas gracias por todo joven, dale saludos a mi nieto, espetó la vieja desde la otra acera. El señor Rodríguez, que ya había desenfundado su escopeta ante la cruel panadera,  la cosió a perdigones, pero eso sí, dejó el pan donde estaba porque ni quería pagar dos por el pan ni tampoco llevárselo sin pagar, faltaría más. En el mundo de la ventana las leyes funcionaban inexorablemente, de forma horrible. El observador se hizo un bocadillo de camiones para cenar, se rompió todos los dientes mientras lo devoraba, y finalmente quedó dormido en la cama de su prisión. 

martes, 5 de abril de 2016

Cornudos

El rinoceronte le dio una fuerte cornada a la palmera, de la cual, cayeron sendos sacos llenos de dinero. Con ellos, fue a comprarse un cuerno más grande con el cual pudo propinarle un golpe aún más brutal a una palmera de mayor tamaño que la anterior. Repitió la misma operación y, como era un rinoceronte precavido, se entrenó para ponerse muy fuerte y poder soportar enormes cuernos sobre su cabeza. Todo fue bien hasta que un día le sucedió algo que no había podido prever: el descomunal cuerno, ya mucho más grande que el propio rinoceronte, tomó conciencia de sí mismo y se levantó, usando el cuerpo del desconcertado rinoceronte como nuevo cuerno. Miró hacia un lado, miró hacia el otro, y todo le pareció una soberbia estupidez. Fue por ello que se dedicó a formar una cornuda familia y plantar palmeras durante el resto de sus afilados días. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Sueños en blanco

Dibujaba ventanas en la pared. Al asomarse, veía como un montón de ropa elegía a una persona cada mañana, y el resto, se quedaban desnudas en el armario. Veía a un chico corriendo allí por donde no estaba bien visto correr, gritando donde está prohibido gritar y riéndose donde nadie más se reía. Personas que se amaban a gritos y otras que se odiaban a besos. Veía a gente siendo feliz de una forma diferente a los demás. Se contemplaba también a si mismo mientras cogía la luna y la colocaba en su mesita de noche, antes de irse a dormir.

Lo malo es que en seguida venía ese señor de bata blanca y le tapiaba la ventana, con el gran cartel que rezaba “prohibido soñar”. Pero por suerte es fácil seguir dibujando cuando se está rodeado de paredes blancas.

jueves, 3 de marzo de 2016

Escultura de un momento

Cada paso que daba representaba una nota musical cuya escala había recorrido decenas de veces. Trataban de caerle encima las losas del tiempo pero las esquivaba una a una, daba una voltereta en el aire y los minutos le pasaban entre los dedos, se agachaba y los segundos pasaban de largo, cerraba los ojos y los momentos se le adherían a la piel. Era una carretera inexistente hasta sus pasos:  infinidad de asfalto levantado dibujando caprichosas formas, que si la nube, que si la ola, que si ese animal mitológico que solo él logra ver, su primer amor, sus sueños aún por edificar, el camino dejado por los fuegos artificiales de rocas. En aquel lugar era arquitecto y constructor, era pianista y música, era amor y orgasmo.

Le apetecía componer el infinito e inventarse los límites.

martes, 1 de marzo de 2016

Marioneta de la locura

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.

 Maleducada pues no pide permiso, mandona porque no le gusta esperar y desobediente pues nunca quiere escribir sobre lo mismo que yo. Es libre, y yo solo soy un guía que va sacando palabras, sentimientos, inseguridades, ideas. Este
libre albedrío es a veces agradable pues no tengo que pensar, puedo sentarme y relajarme y luego publicar algo que otros creerán que he escrito yo. Y en ese algo me veré reflejado, pues esta pequeña rebelde me conoce mejor que nadie, sabe viajar a lo más profundo de mi alma y plasmar mis contradicciones como si tuvieran sentido.  También es adivina: sabe que yo quería escribir sin importar el qué.  Sabe que quería viajar de un lugar a otro de mi mente, edificar nuevas oraciones, plantear nuevos retos.  Y en todos estos proyectos me siento a veces vagamente partícipe, pues yo solo cumplo con sus órdenes ya que de no hacerlo no logro conciliar el sueño, ella lo sabe. Solo soy una mano que la sostiene, una simple marioneta, sirviente ciego de la más pequeña y sutil creadora. Y tras todo esto, siento lo mismo que cuando veo la sonrisa de un desconocido, una atracción y a la vez un miedo devastador. 

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.



Sobre escritores y estrellas fugaces

El escritor no es feliz con halagos, el escritor
no es profesional ni aficionado, artista ni objeto de crítica, el escritor es parte del aire que respira el corazón, es un ser cruel que crea y destruye vidas a placer, juega con los sentimientos ajenos en una vorágine sin fin de mentiras.
 El escritor fluye mientras las palabras existen y los corazones siguen manteniendo pequeños resquicios en los que colarse sutilmente, con pluma y sonrisa, o con el mayor de los sufrimientos.
No existe el arte literario nacido de la indiferencia, no puede el escritor estar tranquilo, ni sosegado. Solo de las emociones más fuertes del alma, esas que ni la misma razón puede entender, nacen aquellas que hacen que la razón tenga un porqué para entender y el corazón un porqué para latir.