El rinoceronte le dio una
fuerte cornada a la palmera, de la cual, cayeron sendos sacos llenos de dinero.
Con ellos, fue a comprarse un cuerno más grande con el cual pudo propinarle un
golpe aún más brutal a una palmera de mayor tamaño que la anterior. Repitió la
misma operación y, como era un rinoceronte precavido, se entrenó para ponerse
muy fuerte y poder soportar enormes cuernos sobre su cabeza. Todo fue bien hasta
que un día le sucedió algo que no había podido prever: el descomunal cuerno, ya
mucho más grande que el propio rinoceronte, tomó conciencia de sí mismo y se
levantó, usando el cuerpo del desconcertado rinoceronte como nuevo cuerno. Miró
hacia un lado, miró hacia el otro, y todo le pareció una soberbia estupidez.
Fue por ello que se dedicó a formar una cornuda familia y plantar palmeras durante el
resto de sus afilados días.
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