sábado, 14 de octubre de 2017

La suerte

Se metió en su habitación tras volver del trabajo. Se aseguró de que no había nadie cerca; sólo él y él. Se desnudó completamente y al suelo cayó la ropa, los gestos, los buenos días, los chistes con los que pretendía agradar a los demás. En los cajones guardó todo su dinero, su casa, sus pertenencias. En los bolsillos del abrigo estaban todas las parejas que había tenido, sus amigos, compañeros de trabajo y todos aquellos destinatarios del “buenos días”.

-Hola de nuevo, viejo amigo.

No recibió respuesta del espejo, pero obtuvo todo lo que necesitaba. Al día siguiente, saludó y deseó suerte a un perfecto desconocido, quien le miró perplejo mientras se alejaba por la calle preguntándose con quién le habría confundido aquel extraño personaje.