domingo, 10 de marzo de 2024

Fuegos artificiales

 La explosión es algo extremadamente valioso. Debería ser tratada con respeto, incluso como una gran suerte. No cualquiera es capaz de explotar. Hay a quien la mecha le consume una vez, y otra, y otra… Permítete sentir tu fuego, permítete detonar, observar la destrucción para así poder reconstruirte una vez más. A tu manera. Y otra, y otra… La gente quedará encadilada observando los fuegos artificiales. Tú. Tú. Menudo estruendo, ¿no? Que comience la belleza.

domingo, 30 de octubre de 2022

El bosque de detrás de casa

No hace falta que me lleves al Gran Cañón para ver los miradores del South Rim. No me lleves a hacer kayak por el adriático ni me sientes frente a la aurora boreal, si no quieres. No necesito ver lo que ve el Cristo Redentor ni hacerme la foto sujetando la Torre de Pisa. 

A mí, dame costumbrismo barato. Del de desconectar la luz antes de tocar la bombilla, del que te quedas sin agua y yo te doy de la mía. Cógeme de la mano cuándo vayamos a hacer la compra al supermercado de la esquina. Acómpañame a por esos auriculares que sabes que no voy a cuidar demasiado bien. A mí, ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me gusta, traéme esa cena que sabes que me encanta y llévame de excursión al bosque de detrás de casa. Puedes acompañarme al funeral de las expectativas irreales, pero déjame de vez en cuando tocar los pájaros de fuego, si eso es lo que quiero. Al fin y al cabo, los dos ya sabíamos que nos podíamos quemar. Ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me ha gustado. Ese que en el fondo sabes que me pondré casi todos los días, si lo encuentras. A mí, dame una mundanidad que me haga sangrar. Acómpañame a la raíz de esos problemas que por las noches aún nos visitan. Pero sin huir. Sin esconder, sin hacer ver que, sin dar por hecho que. A mí, dame costumbrismo barato, realidad de la que te deja sordo. Podemos dar la vuelta al mundo, siempre y cuándo no miremos demasiado a dónde vamos.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Continuar

 No dejo de ver lo difícil que es, al menos para mí, aceptar los cambios. Sacudir un pilar fundamental puede hacer tambalear la estructura entera, modificando elementos que ya jamás volverán a ser como eran antes. Los cambios son complicados, sí, pero la dificultad es muy distinta cuando estos son fruto de una decisión propia. Cuando los cambios son accidentales al menos no existe duda sobre lo que sigue después: aceptación, resiliencia y continuar. Solo continuar y siempre continuar. Las decisiones, en cambio, pueden llegar a ser como un fantasma que nos acecha y nos susurra al oído, impidiéndonos escuchar con claridad el momento presente. 

¿He hecho bien?


La verdad, en este caso, no es ningún antídoto. Nos acercamos más al aceptar que jamás podremos encontrar respuestas definitivas, por más que pensemos. Veneno y antídoto en dosis iguales, así es posible mantener la cordura durante mucho tiempo. Sin embargo, permanecer en esta infinita tensión no es una opción. No para mí. Hay mundos que esperan ser creados y habitantes de estos que, al igual que los fantasmas, también te susurran cosas al oído. Continuar. Solo continuar y siempre continuar.


martes, 13 de abril de 2021

El hombre partido por la mitad (2da parte)

 

El hombre partido por la mitad acepta el afecto como las monedas que le lanzan a su sombrero. Ama de la misma forma que los músicos callejeros, que los pícaros magos de alubias de lata y que los hombres estatua que soportan la indiferencia de la tarde bajo su caluroso disfraz. Adora unos ojos que han devastado el cielo y acaricia las mismas manos que derriban los castillos de aire. Besa a la serpiente pensando que el veneno no es tan grave y toca el fuego creyendo que no está tan caliente. 

No importa si le advirtieron, pues con toda seguridad tan solo escuchó la mitad que más le convenía. El hombre partido por la mitad sueña despierto; el único problema es que se está olvidando de cómo dormir. El hombre partido por la mitad es feliz. ¿Cómo puede no serlo, necesitando únicamente una felicidad a medias?


domingo, 11 de abril de 2021

La tragedia del escritor

Una de las tragedias del escritor es que las miradas no pueden escribirse. Algunas generan montañas de libros invisibles, de esos que jamás me cansaría de releer. Las manos son plumas y los cuerpos son historias; tú eres el presente atronador. Tu quietud sabe transgredir esos esperanzados movimientos que son mera batalla de nostalgia. 

Aún así, me miras. Me miras y me sabes. Y sé que me sabes. Me lees más de lo que nunca pueda llegar a escribir. Eres elixir, energía y ese "volver a empezar" que escribo con la mano temblorosa. Eres el reloj aparentemente estropeado, la luz en el momento que más te guste del día y el punto de libro que comparte mil vidas conmigo. Hay momentos en que los ojos son suficientes para pelear, pero no bastan para despertar. Una de las tragedias del escritor es no poder escribir historias que duren para siempre.

sábado, 4 de abril de 2020

Lágrimas de mariposa


Al chico de la ventana le gusta ver tus lágrimas. Tal vez parezca extraño; de acuerdo, es extraño. Pero la humedad de tus ojos prende la llama, reinicia la vida y sabe a mar. Y todo esto en una lágrima. ¿Alguien se acuerda? Llora. Llora sin avergonzarte. Llora hasta que todos estos mares de quimera desemboquen en pequeños ríos. El chico de la ventana se bañará en ellos mientras ríe tus delirios.


Nada escuece más que el que no te dejen llorar. 

Sé fuerte, y por eso llora hasta que se deshaga el suelo. Aprovecharemos para cambiarlo por uno nuevo. Tal vez se lo podamos pedir al chico de la ventana, ansioso por crear. Tal vez podamos pisarlo fuerte, muy fuerte, hasta que dejemos constancia de lo mucho que hemos llorado y lo mucho que hemos estado aquí. Sin que nadie nos coarte esas lágrimas de mariposa.  Me dijo el chico de la ventana que, tal vez, de ellas nazca de nuevo la primavera.

domingo, 25 de agosto de 2019

Mueve


He oído decir alguna vez que la vida es como una partida de ajedrez, en la que tus decisiones te llevarán por uno u otro camino en función de si han sido buenas o malas. Permitidme la divagación metafórica, pero más bien creo que es como si fueran muchas partidas juntas. Una especie de simultánea, en la que un jugador tiene muchas partidas por atender y ello dificulta en gran medida focalizarlas individualmente. A menudo, ganar unas partidas casi implica perder otras (a menos que seas un genio del ajedrez). Y muchas veces debes decidir cuáles te parecen más importantes, o, más difícil aún, si centrar tus energías en ganar las partidas en las que tienes ventaja o dedicarlas a salvar aquellas en las que tienes desventaja.

Lo único que tengo claro, y que he aprendido en todos mis años jugando al ajedrez, es que tienes que realizar un movimiento. Si no lo haces, se te agota el tiempo y pierdes. No importa que el movimiento sea mejor o peor; siempre será mucho mejor que no realizar ningún movimiento (pues de no hacerlo la probabilidad de perder es máxima). En la vida pasa algo parecido, y me perdonaréis la enorme divagación. Constantemente tienes que tomar decisiones. El no hacerlo puede conducir a una de las cosas que, personalmente, más miedo me da en la vida: darme cuenta, algún día, de que he perdido por tiempo. De que mi tiempo ha llegado a cero y ya no estoy a tiempo de salvar la posición, por muy buenas jugadas que se me ocurran en ese momento.

Ya he perdido partidas. Y he ganado otras. Y muchísimas otras, las estoy jugando todavía. Puede que incluso, sin yo saberlo aún, pueda salvar algunas partidas que estoy dando erróneamente por perdidas. Constantemente me preguntaré cómo sería mi vida si en tal o cual momento me hubiese atrevido a realizar una jugada. Si me hubiese atrevido a mover, aún arriesgándome a cometer un error. Pues estoy convencido de que en muchas facetas de la vida es preferible cometer un grave error (yo qué sé, perdiendo una torre o un caballo tal vez) que ver como tu tiempo se agota y pierdes sin siquiera tener la oportunidad de arriesgarte.

Algunas partidas acaban. A veces, te dan la revancha. Otras, quizá no. Otras partidas aún están por comenzar. Hagas lo que hagas, no olvides que el reloj está en marcha. Y es tu turno. Mueve.