viernes, 26 de enero de 2018

Lecturas anónimas

A veces conozco a personas que inspiran personajes. Unas veces, esa risa en grupo que por separado se acobardaría o esa pequeña y sutil humedad en el párpado de quien está bien, no le pasa nada e incluso ha tenido un día de lo más normal. Otras, el panadero que me da los buenos días pese a que no le compro nada desde hace semanas o esa persona que sencillamente cobra por sonreír. O los desconocidos. No importa si es en el transporte público, en la sala de espera o en lo alto de una montaña. Los desconocidos son un tesoro para la imaginación, páginas en blanco en las que se puede garabatear e inventar lo que uno quiera, pues jamás van a quejarse. Tú serás el tipo serio y misterioso, cuyos silencios dicen mucho más que sus palabras. Tú serás el loco asesino, encantador y siempre sonriente, desde luego. Tú serás esa chica que en realidad ha venido de Júpiter disfrazada de humana para planear la invasión. Y tú, tú que me estás mirando sin motivo alguno, serás el punto de partida de toda esta locura.

Las miradas cuentan historias, cuando se quieren escuchar.

Pero, ¿qué sucede contigo? ¿Por qué no logro escribir a un sólo personaje que se adecúe a tu forma de mirar? Tal vez sea una gran vanidad querer crear lo que ya existe. Tal vez estás buscando en mí lo mismo que yo en ti, creando esta paradoja ficcional, sin saber quién de los dos es más loco. ¿Será el mundo real tan bueno como el imaginado? A veces conozco a personas que inspiran personajes. Que componen historias. Y otras veces conozco a personas que me escriben a mí.

Hay miradas que merecen ser leídas de principio a fin.

miércoles, 17 de enero de 2018

Velocidad

Con el billete aún sobresaliendo del bolsillo trasero de su pantalón, Xescoli fue a sentarse al lugar más cercano con vistas al exterior. Todo listo como un concierto a punto de empezar, se acomodó y se despidió de la realidad por unas horas.
Y aquella vez, como siempre, ocurrió. El mundo empezó a moverse en sentido contrario a las agujas del reloj, difuminándose, antojándose sus formas más imperceptibles a cada metro. Un espectáculo que le hipnotizaba.


-Lo llaman velocidad- explicó alguien, con naturalidad.

Claro, ya entiendo, también debe de ser velocidad lo que le sucede al mundo cuando reímos y somos más felices, pensó Xescoli. Los demás pasajeros del tren pudieron haberse preguntado quién era aquel sonriente individuo que tan sólo miraba por la ventanilla y escribía. Una vez finalizado el intercambio de mundos, Xescoli guardó el cuaderno y bajó. Allí estaba, ambos habían estado esperándose. El resto del mundo dejó de ser importante y pudo distinguirla con claridad: era Velocidad.

sábado, 13 de enero de 2018

Con permiso de la pólvora

Con permiso de la pólvora, no existe en el mundo nada más explosivo que la mente humana. Energía contenida en una larga mecha esperando a ser prendida por algo, por alguien, por el ahora. Tremenda luz cegadora para casi todos, ¿dónde habré dejado mis gafas de sol? La  explosión no se atenúa, no desaparece, no se puede esconder por demasiado tiempo.  O me niego a que sea así. Allá revienten los prejuicios, allá exploten los miedos, allá vuelen en mil pedazos los mañana. Que, hoy, tan sólo me sentaré y disfrutaré como si de fuegos artificiales se tratase. Pasadme las gafas de sol y quedaos en vuestras casas, no vaya a ser que os alcance la onda expansiva. Energía puesta en libertad, explosiones alcanzando su plenitud de belleza. Con permiso de la pólvora, no existe ni existirá en el mundo nada más explosivo que la mente humana.