sábado, 12 de marzo de 2016

Sueños en blanco

Dibujaba ventanas en la pared. Al asomarse, veía como un montón de ropa elegía a una persona cada mañana, y el resto, se quedaban desnudas en el armario. Veía a un chico corriendo allí por donde no estaba bien visto correr, gritando donde está prohibido gritar y riéndose donde nadie más se reía. Personas que se amaban a gritos y otras que se odiaban a besos. Veía a gente siendo feliz de una forma diferente a los demás. Se contemplaba también a si mismo mientras cogía la luna y la colocaba en su mesita de noche, antes de irse a dormir.

Lo malo es que en seguida venía ese señor de bata blanca y le tapiaba la ventana, con el gran cartel que rezaba “prohibido soñar”. Pero por suerte es fácil seguir dibujando cuando se está rodeado de paredes blancas.

jueves, 3 de marzo de 2016

Escultura de un momento

Cada paso que daba representaba una nota musical cuya escala había recorrido decenas de veces. Trataban de caerle encima las losas del tiempo pero las esquivaba una a una, daba una voltereta en el aire y los minutos le pasaban entre los dedos, se agachaba y los segundos pasaban de largo, cerraba los ojos y los momentos se le adherían a la piel. Era una carretera inexistente hasta sus pasos:  infinidad de asfalto levantado dibujando caprichosas formas, que si la nube, que si la ola, que si ese animal mitológico que solo él logra ver, su primer amor, sus sueños aún por edificar, el camino dejado por los fuegos artificiales de rocas. En aquel lugar era arquitecto y constructor, era pianista y música, era amor y orgasmo.

Le apetecía componer el infinito e inventarse los límites.

martes, 1 de marzo de 2016

Marioneta de la locura

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.

 Maleducada pues no pide permiso, mandona porque no le gusta esperar y desobediente pues nunca quiere escribir sobre lo mismo que yo. Es libre, y yo solo soy un guía que va sacando palabras, sentimientos, inseguridades, ideas. Este
libre albedrío es a veces agradable pues no tengo que pensar, puedo sentarme y relajarme y luego publicar algo que otros creerán que he escrito yo. Y en ese algo me veré reflejado, pues esta pequeña rebelde me conoce mejor que nadie, sabe viajar a lo más profundo de mi alma y plasmar mis contradicciones como si tuvieran sentido.  También es adivina: sabe que yo quería escribir sin importar el qué.  Sabe que quería viajar de un lugar a otro de mi mente, edificar nuevas oraciones, plantear nuevos retos.  Y en todos estos proyectos me siento a veces vagamente partícipe, pues yo solo cumplo con sus órdenes ya que de no hacerlo no logro conciliar el sueño, ella lo sabe. Solo soy una mano que la sostiene, una simple marioneta, sirviente ciego de la más pequeña y sutil creadora. Y tras todo esto, siento lo mismo que cuando veo la sonrisa de un desconocido, una atracción y a la vez un miedo devastador. 

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.



Sobre escritores y estrellas fugaces

El escritor no es feliz con halagos, el escritor
no es profesional ni aficionado, artista ni objeto de crítica, el escritor es parte del aire que respira el corazón, es un ser cruel que crea y destruye vidas a placer, juega con los sentimientos ajenos en una vorágine sin fin de mentiras.
 El escritor fluye mientras las palabras existen y los corazones siguen manteniendo pequeños resquicios en los que colarse sutilmente, con pluma y sonrisa, o con el mayor de los sufrimientos.
No existe el arte literario nacido de la indiferencia, no puede el escritor estar tranquilo, ni sosegado. Solo de las emociones más fuertes del alma, esas que ni la misma razón puede entender, nacen aquellas que hacen que la razón tenga un porqué para entender y el corazón un porqué para latir.