domingo, 30 de octubre de 2022

El bosque de detrás de casa

No hace falta que me lleves al Gran Cañón para ver los miradores del South Rim. No me lleves a hacer kayak por el adriático ni me sientes frente a la aurora boreal, si no quieres. No necesito ver lo que ve el Cristo Redentor ni hacerme la foto sujetando la Torre de Pisa. 

A mí, dame costumbrismo barato. Del de desconectar la luz antes de tocar la bombilla, del que te quedas sin agua y yo te doy de la mía. Cógeme de la mano cuándo vayamos a hacer la compra al supermercado de la esquina. Acómpañame a por esos auriculares que sabes que no voy a cuidar demasiado bien. A mí, ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me gusta, traéme esa cena que sabes que me encanta y llévame de excursión al bosque de detrás de casa. Puedes acompañarme al funeral de las expectativas irreales, pero déjame de vez en cuando tocar los pájaros de fuego, si eso es lo que quiero. Al fin y al cabo, los dos ya sabíamos que nos podíamos quemar. Ves a buscarme esa otra talla del pantalón que me ha gustado. Ese que en el fondo sabes que me pondré casi todos los días, si lo encuentras. A mí, dame una mundanidad que me haga sangrar. Acómpañame a la raíz de esos problemas que por las noches aún nos visitan. Pero sin huir. Sin esconder, sin hacer ver que, sin dar por hecho que. A mí, dame costumbrismo barato, realidad de la que te deja sordo. Podemos dar la vuelta al mundo, siempre y cuándo no miremos demasiado a dónde vamos.