sábado, 17 de diciembre de 2016

La voz de la tormenta

Casi se me cae el tiempo de las manos al escuchar la voz, embrujada de nostalgia. Con ella escribiste días enteros en esa página de la esquina doblada, la de la mancha de café. Escuchando perdí la noción del rato, la orientación del garbeo, y se me olvidó mi personalidad, mis gestos, ajá, también mi falso asentir.  De  hecho perdí hasta el recuerdo de lo que me contaste.  Espero que no te enfadases demasiado al descubrir que jamás te escuché ni una palabra, que en realidad no me importaba de dónde soplase el viento si le acompañaba tu voz. Y por alguna razón siempre venía directo a la cara, y me despeinaba, y por poco no me hacía salir volando. Aunque esto último hubiera sido difícil, ya que si alguna cualidad poseo es la paciencia de las estatuas.

- No, no me iré hasta que termines de hablar.
- (Palabras ininteligibles para mí)
- (Palabras ininteligibles para ti))
Miradas perfectamente entendidas por ambos.

Me tranquiliza tu voz, incluso cuando de ella emanan tempestades. 

martes, 20 de septiembre de 2016

Me voy al trabajo

¿Diga? Sí, soy yo, sí. El trabajo. Sí, en efecto, ese lugar al que muchos tipos de cara triste dicen ir. ¿Y quién es usted? Oh, vaya. Y yo quejándome…  En fin, así son las cosas. Yo tampoco tengo demasiado claro lo que soy, más bien soy un concepto, sólo sé que me pintan negativo y… ¿cómo? ah, sí, sí, yo también lo pienso. Y menos mal que has llamado, supongo que solo puedo hablar contigo. Los tipos tristes que veo a diario salen de casa diciendo “me voy al trabajo (ya hace tiempo que entendí que se refieren a mi), sí, sí, hasta luego cariño”. Pero luego no hablan, no se expresan, son como autómatas que hacen lo que se les ha mandado para “lograr” lo que ellos llaman “llegar a fin de mes”. Como si alguien pensase alguna vez en cómo va a llegar a “final de vida”. ¿Cómo dices? Sí, claro, claro. Los que hablan de mí no. Está claro, la gente que va a hacer aquello que le gusta siempre nombra su actividad, jamás oí a un escritor decir que va a trabajar justo antes de empezar su novela. De la misma forma en que el futbolista va a jugar y no a trabajar. Sí, claro, vaya trabajo aguantarles a diario. Vale, te avisaré. De acuerdo. ¿En serio? Vaya, bueno oye que te voy dejando ya, que luego hay que trabajar mucho para pagar tanta factura telefónica. 

sábado, 2 de julio de 2016

El hombre partido por la mitad

Érase un hombre partido por la mitad. Hay cierta lógica e incluso normalidad en sus actos si,  claro está, obviamos que este hombre está partido por la mitad. Va a trabajar con su media sonrisa y vuelve con un sueldo que le dura medio mes. Tiene media casa compartida con otros hombres que, si los sumamos todos darían cuatro o cuatro y medio, tal vez.  Su novia le engaña pero eso no le importa al hombre partido por la mitad: comprende que el mundo está lleno de hombres enteros y que él sólo puede dar amor a medias, sexo a medias y que de hecho ni siquiera puede mirarla por completo (lo hace con un solo ojo, a veces). El hombre partido por la mitad es feliz. El hombre partido por la mitad es conformista. De hecho, fue él mismo quien un día se cortó su mitad, al darse cuenta de que no la usaba.  Mientras va por la calle saluda hipócritamente a un tercio de hombre y se contenta sabiendo que hay gente aún peor. 

martes, 10 de mayo de 2016

Sobre el paso muerto de los días


-No quiero que llegue mañana, por eso he decidido no dormir esta noche. 

Se vistió y salió a hacer todas esas cosas que durante el día no se atrevía.  Despertó a la chica que tanto le gustaba, se peleó con quien tenía ganas de pelear, hizo los amigos que siempre había deseado tener y se divirtió como hacía casi una vida entera que no se divertía. Al empezar a salir el sol decidió que no podía hacer nada frente a la inexorable llegada del mañana, con lo cual volvió a su casa y se fue a dormir. Unos cinco minutos después despertó con las energías renovadas y con esa punzante melancolía que a veces nos da los buenos días, la melancolía de saber que todo ha sido un sueño. Para paliarla, decidió que ya había hecho tantas cosas que podía dedicarse a dormir el resto del día, sin remordimiento. Y ya que estaba, por qué no, durmió el resto de la semana. Y del mes. Y se convirtió en unas de las personas más exitosas del mundo onírico sin salir de su cama. 

lunes, 11 de abril de 2016

Soñar que se tiene una pesadilla

En el mundo de la ventana todo acontecía con la máxima normalidad. El honorable señor Rodríguez compraba el pan, ah sí, uno con diez por favor, y en eso que le da dos y la señora panadera no tiene cambio. ¿Pero qué clase de panadera no dispone de ese cambio? El joven ayudaba a la anciana a cruzar la calle, muchas gracias joven aunque yo sola ya podría apañarme, mi nieto era igual que tú… El señor Rodríguez sondeaba las alternativas, los bollos algo más caros, el apetitoso roscón. Pero la despiadada matemática le jugaba en contra casi tanto como la panadera sin cambio. ¿Pues no que el joven chaval era casi más lento que la anciana? Tú lo que quieres es que te de alguna propina, no me engañes, que los jóvenes de hoy en día ya no ayudan a la gente mayor, solo mi nieto lo hacía y ya ves cómo acabó… El señor Rodríguez propuso llevarse una segunda barra de pan pero la panadera se negó a fiarle ese 10% faltante. El joven chaval quedó tan distraído con la verborrea de la vieja que no vio el camión que se le aproximaba y le arrolló con violencia, muchas gracias por todo joven, dale saludos a mi nieto, espetó la vieja desde la otra acera. El señor Rodríguez, que ya había desenfundado su escopeta ante la cruel panadera,  la cosió a perdigones, pero eso sí, dejó el pan donde estaba porque ni quería pagar dos por el pan ni tampoco llevárselo sin pagar, faltaría más. En el mundo de la ventana las leyes funcionaban inexorablemente, de forma horrible. El observador se hizo un bocadillo de camiones para cenar, se rompió todos los dientes mientras lo devoraba, y finalmente quedó dormido en la cama de su prisión. 

martes, 5 de abril de 2016

Cornudos

El rinoceronte le dio una fuerte cornada a la palmera, de la cual, cayeron sendos sacos llenos de dinero. Con ellos, fue a comprarse un cuerno más grande con el cual pudo propinarle un golpe aún más brutal a una palmera de mayor tamaño que la anterior. Repitió la misma operación y, como era un rinoceronte precavido, se entrenó para ponerse muy fuerte y poder soportar enormes cuernos sobre su cabeza. Todo fue bien hasta que un día le sucedió algo que no había podido prever: el descomunal cuerno, ya mucho más grande que el propio rinoceronte, tomó conciencia de sí mismo y se levantó, usando el cuerpo del desconcertado rinoceronte como nuevo cuerno. Miró hacia un lado, miró hacia el otro, y todo le pareció una soberbia estupidez. Fue por ello que se dedicó a formar una cornuda familia y plantar palmeras durante el resto de sus afilados días. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Sueños en blanco

Dibujaba ventanas en la pared. Al asomarse, veía como un montón de ropa elegía a una persona cada mañana, y el resto, se quedaban desnudas en el armario. Veía a un chico corriendo allí por donde no estaba bien visto correr, gritando donde está prohibido gritar y riéndose donde nadie más se reía. Personas que se amaban a gritos y otras que se odiaban a besos. Veía a gente siendo feliz de una forma diferente a los demás. Se contemplaba también a si mismo mientras cogía la luna y la colocaba en su mesita de noche, antes de irse a dormir.

Lo malo es que en seguida venía ese señor de bata blanca y le tapiaba la ventana, con el gran cartel que rezaba “prohibido soñar”. Pero por suerte es fácil seguir dibujando cuando se está rodeado de paredes blancas.

jueves, 3 de marzo de 2016

Escultura de un momento

Cada paso que daba representaba una nota musical cuya escala había recorrido decenas de veces. Trataban de caerle encima las losas del tiempo pero las esquivaba una a una, daba una voltereta en el aire y los minutos le pasaban entre los dedos, se agachaba y los segundos pasaban de largo, cerraba los ojos y los momentos se le adherían a la piel. Era una carretera inexistente hasta sus pasos:  infinidad de asfalto levantado dibujando caprichosas formas, que si la nube, que si la ola, que si ese animal mitológico que solo él logra ver, su primer amor, sus sueños aún por edificar, el camino dejado por los fuegos artificiales de rocas. En aquel lugar era arquitecto y constructor, era pianista y música, era amor y orgasmo.

Le apetecía componer el infinito e inventarse los límites.

martes, 1 de marzo de 2016

Marioneta de la locura

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.

 Maleducada pues no pide permiso, mandona porque no le gusta esperar y desobediente pues nunca quiere escribir sobre lo mismo que yo. Es libre, y yo solo soy un guía que va sacando palabras, sentimientos, inseguridades, ideas. Este
libre albedrío es a veces agradable pues no tengo que pensar, puedo sentarme y relajarme y luego publicar algo que otros creerán que he escrito yo. Y en ese algo me veré reflejado, pues esta pequeña rebelde me conoce mejor que nadie, sabe viajar a lo más profundo de mi alma y plasmar mis contradicciones como si tuvieran sentido.  También es adivina: sabe que yo quería escribir sin importar el qué.  Sabe que quería viajar de un lugar a otro de mi mente, edificar nuevas oraciones, plantear nuevos retos.  Y en todos estos proyectos me siento a veces vagamente partícipe, pues yo solo cumplo con sus órdenes ya que de no hacerlo no logro conciliar el sueño, ella lo sabe. Solo soy una mano que la sostiene, una simple marioneta, sirviente ciego de la más pequeña y sutil creadora. Y tras todo esto, siento lo mismo que cuando veo la sonrisa de un desconocido, una atracción y a la vez un miedo devastador. 

A veces la pluma desea escribir y no la puedo controlar.



Sobre escritores y estrellas fugaces

El escritor no es feliz con halagos, el escritor
no es profesional ni aficionado, artista ni objeto de crítica, el escritor es parte del aire que respira el corazón, es un ser cruel que crea y destruye vidas a placer, juega con los sentimientos ajenos en una vorágine sin fin de mentiras.
 El escritor fluye mientras las palabras existen y los corazones siguen manteniendo pequeños resquicios en los que colarse sutilmente, con pluma y sonrisa, o con el mayor de los sufrimientos.
No existe el arte literario nacido de la indiferencia, no puede el escritor estar tranquilo, ni sosegado. Solo de las emociones más fuertes del alma, esas que ni la misma razón puede entender, nacen aquellas que hacen que la razón tenga un porqué para entender y el corazón un porqué para latir.