domingo, 25 de agosto de 2019

Mueve


He oído decir alguna vez que la vida es como una partida de ajedrez, en la que tus decisiones te llevarán por uno u otro camino en función de si han sido buenas o malas. Permitidme la divagación metafórica, pero más bien creo que es como si fueran muchas partidas juntas. Una especie de simultánea, en la que un jugador tiene muchas partidas por atender y ello dificulta en gran medida focalizarlas individualmente. A menudo, ganar unas partidas casi implica perder otras (a menos que seas un genio del ajedrez). Y muchas veces debes decidir cuáles te parecen más importantes, o, más difícil aún, si centrar tus energías en ganar las partidas en las que tienes ventaja o dedicarlas a salvar aquellas en las que tienes desventaja.

Lo único que tengo claro, y que he aprendido en todos mis años jugando al ajedrez, es que tienes que realizar un movimiento. Si no lo haces, se te agota el tiempo y pierdes. No importa que el movimiento sea mejor o peor; siempre será mucho mejor que no realizar ningún movimiento (pues de no hacerlo la probabilidad de perder es máxima). En la vida pasa algo parecido, y me perdonaréis la enorme divagación. Constantemente tienes que tomar decisiones. El no hacerlo puede conducir a una de las cosas que, personalmente, más miedo me da en la vida: darme cuenta, algún día, de que he perdido por tiempo. De que mi tiempo ha llegado a cero y ya no estoy a tiempo de salvar la posición, por muy buenas jugadas que se me ocurran en ese momento.

Ya he perdido partidas. Y he ganado otras. Y muchísimas otras, las estoy jugando todavía. Puede que incluso, sin yo saberlo aún, pueda salvar algunas partidas que estoy dando erróneamente por perdidas. Constantemente me preguntaré cómo sería mi vida si en tal o cual momento me hubiese atrevido a realizar una jugada. Si me hubiese atrevido a mover, aún arriesgándome a cometer un error. Pues estoy convencido de que en muchas facetas de la vida es preferible cometer un grave error (yo qué sé, perdiendo una torre o un caballo tal vez) que ver como tu tiempo se agota y pierdes sin siquiera tener la oportunidad de arriesgarte.

Algunas partidas acaban. A veces, te dan la revancha. Otras, quizá no. Otras partidas aún están por comenzar. Hagas lo que hagas, no olvides que el reloj está en marcha. Y es tu turno. Mueve.