lunes, 11 de abril de 2016

Soñar que se tiene una pesadilla

En el mundo de la ventana todo acontecía con la máxima normalidad. El honorable señor Rodríguez compraba el pan, ah sí, uno con diez por favor, y en eso que le da dos y la señora panadera no tiene cambio. ¿Pero qué clase de panadera no dispone de ese cambio? El joven ayudaba a la anciana a cruzar la calle, muchas gracias joven aunque yo sola ya podría apañarme, mi nieto era igual que tú… El señor Rodríguez sondeaba las alternativas, los bollos algo más caros, el apetitoso roscón. Pero la despiadada matemática le jugaba en contra casi tanto como la panadera sin cambio. ¿Pues no que el joven chaval era casi más lento que la anciana? Tú lo que quieres es que te de alguna propina, no me engañes, que los jóvenes de hoy en día ya no ayudan a la gente mayor, solo mi nieto lo hacía y ya ves cómo acabó… El señor Rodríguez propuso llevarse una segunda barra de pan pero la panadera se negó a fiarle ese 10% faltante. El joven chaval quedó tan distraído con la verborrea de la vieja que no vio el camión que se le aproximaba y le arrolló con violencia, muchas gracias por todo joven, dale saludos a mi nieto, espetó la vieja desde la otra acera. El señor Rodríguez, que ya había desenfundado su escopeta ante la cruel panadera,  la cosió a perdigones, pero eso sí, dejó el pan donde estaba porque ni quería pagar dos por el pan ni tampoco llevárselo sin pagar, faltaría más. En el mundo de la ventana las leyes funcionaban inexorablemente, de forma horrible. El observador se hizo un bocadillo de camiones para cenar, se rompió todos los dientes mientras lo devoraba, y finalmente quedó dormido en la cama de su prisión. 

martes, 5 de abril de 2016

Cornudos

El rinoceronte le dio una fuerte cornada a la palmera, de la cual, cayeron sendos sacos llenos de dinero. Con ellos, fue a comprarse un cuerno más grande con el cual pudo propinarle un golpe aún más brutal a una palmera de mayor tamaño que la anterior. Repitió la misma operación y, como era un rinoceronte precavido, se entrenó para ponerse muy fuerte y poder soportar enormes cuernos sobre su cabeza. Todo fue bien hasta que un día le sucedió algo que no había podido prever: el descomunal cuerno, ya mucho más grande que el propio rinoceronte, tomó conciencia de sí mismo y se levantó, usando el cuerpo del desconcertado rinoceronte como nuevo cuerno. Miró hacia un lado, miró hacia el otro, y todo le pareció una soberbia estupidez. Fue por ello que se dedicó a formar una cornuda familia y plantar palmeras durante el resto de sus afilados días.