¿Diga?
Sí, soy yo, sí. El trabajo. Sí, en efecto, ese lugar al que muchos tipos de
cara triste dicen ir. ¿Y quién es usted? Oh, vaya. Y yo quejándome… En fin, así son las cosas. Yo tampoco tengo
demasiado claro lo que soy, más bien soy un concepto, sólo sé que me pintan
negativo y… ¿cómo? ah, sí, sí, yo también lo pienso. Y menos mal que has
llamado, supongo que solo puedo hablar contigo. Los tipos tristes que veo a
diario salen de casa diciendo “me voy al trabajo (ya hace tiempo que entendí
que se refieren a mi), sí, sí, hasta luego cariño”. Pero luego no hablan, no se
expresan, son como autómatas que hacen lo que se les ha mandado para “lograr” lo
que ellos llaman “llegar a fin de mes”. Como si alguien pensase alguna vez en
cómo va a llegar a “final de vida”. ¿Cómo dices? Sí, claro, claro. Los que
hablan de mí no. Está claro, la gente que va a hacer aquello que le gusta siempre
nombra su actividad, jamás oí a un escritor decir que va a trabajar justo antes
de empezar su novela. De la misma forma en que el futbolista va a jugar y no a
trabajar. Sí, claro, vaya trabajo aguantarles a diario. Vale, te avisaré. De
acuerdo. ¿En serio? Vaya, bueno oye que te voy dejando ya, que luego hay que
trabajar mucho para pagar tanta factura telefónica.
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