Dibujaba
ventanas en la pared. Al asomarse, veía como un montón de ropa elegía a una
persona cada mañana, y el resto, se quedaban desnudas en el armario. Veía a un
chico corriendo allí por donde no estaba bien visto correr, gritando donde está
prohibido gritar y riéndose donde nadie más se reía. Personas que se amaban a
gritos y otras que se odiaban a besos. Veía a gente siendo feliz de una forma
diferente a los demás. Se contemplaba también a si mismo mientras cogía la luna
y la colocaba en su mesita de noche, antes de irse a dormir.
Lo malo es que en seguida venía ese señor de bata blanca y le
tapiaba la ventana, con el gran cartel que rezaba “prohibido soñar”. Pero por
suerte es fácil seguir dibujando cuando se está rodeado de paredes blancas.
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